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Postal de la Virgen de Candelaria

Miguelina, una enferma aferrada a la fe cristiana

Una imagen de la Virgen de Candelaria fue su compañera en los momentos en que más lo necesitó

 

     El hecho que cuento ocurrió en la clínica Ntra. Sra. de la Merced, ubicada en el barrio santacrucero del Toscal. Su propietario, Felipe Coello Higuera.
     Todo comenzó el año 1960, en un hogar tinerfeño, cerca de la curva de Gracia, en la carretera de La Laguna. Allí vivía Miguelina, una mujer que se enfrenta a una enfermedad incurable, cáncer de riñón. Fue vista por el doctor Enrique González. Se le hizo una biopsia que confirmó el pronóstico. Intervinieron los doctores, Albela, Galván, Roy y el practicante, Artemio Méndez. El segundo tratamiento estuvo a cargo del doctor Mora Roldán. Recibió radioterapia, sin bomba de cobalto, de la que no se disponía.
     Una tarde, víspera del día de la Virgen de las Mercedes, ingresa en la clínica de la Merced de Santa Cruz de Tenerife. Antes de ser trasladada al quirófano, quiso confesar y comulgar. Pidió una imagen de la Virgen de Candelaria para que le acompañase en aquellos momentos tan difíciles. Estaba convencida de que todo iba a salir bien. Se sentía optimista, tenía fe. 

LA OPERACIÓN

     Se procedió a la operación, que duró dos horas. Transcurrieron 48 horas y la situación se agravaba, el riñón no cumplía su función. Se analizaba su contenido y era únicamente sangre. Con enormes esfuerzos, pide que le traigan una imagen de la Virgen de Candelaria: “Doctor… la Virgen de Candelaria… ¡tráigamela!”.
     El doctor Coello hizo que pusieran la imagen en la mesa de noche de la paciente. A las dos horas, ocurre algo que lo médicos no supieron darle explicación alguna: el riñón comenzó a funcionar. Al día siguiente, la mejoría es notable, hasta el punto que todo estaba preparado para darle el alta médica.
     El doctor Coello le quitó los puntos. La Virgen, se volvió a colocar en la capilla. Cuando, todo parecía que iba bien, ocurrió algo impresionante, la herida abierta por completo, las entrañas fuera. Todo presagiaba un desenlace fatal, pero ella permanecía tranquila: “Doctor, cúreme”.
     Entonces, alguien dijo: “¿No se ha dado usted cuenta de que no tiene a la Virgen de Candelaria en la mesa de noche? ¿Se la traigo? La Imagen volvió a la mesa de noche, a sabiendas de que habría de presentarse una peritonitis a las pocas horas, según el doctor Coello.
     Miguelina pasó la noche abrazada a la Virgen.  Al día siguiente, pidió de comer: “Es absurdo desde el punto de vista clínico, pero pidió alimento”. Mejoró. Se curó. Tenía setenta y cinco años. Su fe dio origen al milagro. Esto nos lleva a muchos cristianos a la conclusión de que donde acaban las facultades de cualquier médico comienza el sendero cristiano de la esperanza.  

Número 65 – Mayo de 2007

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